TRIBUNA
¿Recuperar soberanía nacional o conquistar soberanía popular?
Nuestros problemas no se
solucionarían con una vuelta al Estado nación, sino acabando con un
sistema que nos explota tanto en el conjunto de Europa como en cada uno
de nuestros países
Marina Albiol
J.R. MORA
24 de
Marzo de
2017
En 1957 seis países de Europa firmaban el tratado de la Comunidad
Económica Europea (CEE), que había sido precedido en 1951 por la
Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), y que desembocaría en
la actual Unión Europea. La terca realidad ha disipado la espuma de las
promesas de felicidad, para enfrentarnos a una dura realidad: la Unión
Europea no está diseñada para mejorar la vida de los pueblos, sino para
hacer más ricos a los que ya lo eran.
Puede parecer bastante lógico que ante unas instituciones europeas
antidemocráticas, que en los últimos años nos han impuesto recortes
brutales en nuestros servicios públicos, surjan voces apostando por la
vuelta a “la soberanía nacional”.
Pero quizá esta alternativa pierda fuerza si profundizamos un poco
más en el análisis. En primer lugar, es fundamental desenmascarar la
propia naturaleza de la Unión Europea como proyecto político del
capitalismo para Europa para entender que el problema se sitúa en el
sistema y no tanto en el hecho de que exista una integración regional.
Todas las instituciones de la UE forman parte y están basadas en un
sistema económico que se sustenta en el saqueo de muchos para beneficio
de pocos, y así se construyó, desde el principio, con el objetivo de
crear un mercado común interno y que, a la vez, nos posicionara con
fuerza en el mercado mundial para que una pequeña élite continuara
enriqueciéndose.
La crisis de la UE y la del capitalismo son inseparables
Y precisamente porque la UE es un proyecto
capitalista, no se puede desligar el análisis de la crisis de la UE de
la crisis del capitalismo. De hecho, no son dos crisis diferentes. Lo
que ha sucedido es que aquello que hasta ahora sólo era evidente si
mirábamos a África y Asia --es decir, que el capitalismo no es capaz de
satisfacer las necesidades de la mayoría--, ya se ha puesto de
manifiesto en los países que hasta ahora habían sido los grandes
beneficiados del sistema, en Europa y en EEUU, donde las clases
populares se han visto azotadas por el paro, la precariedad y la
pobreza.
Por eso en el 60º aniversario de la firma del Tratado de Roma, no hay
nada que celebrar. Especialmente en “los países del sur” --sería mejor
decir “los países de la periferia”-- que, aunque en el período de auge
económico internacional experimentaron un crecimiento, al comenzar la
crisis económica han padecido altas tasas de desempleo, precariedad
laboral y retroceso en la prestación de los servicios públicos, con un
incremento notable de la población en riesgo de pobreza.
Sin embargo, no podemos quedarnos con un análisis territorial de las
consecuencias de la crisis o de las políticas de austeridad de la UE,
porque las políticas de austeridad han hecho aumentar las desigualdades
en los 28 Estados miembros de la UE, incluida Alemania.
Las desigualdades crecen en todos los países
“Aunque el paro en Alemania afecta al 6,9% de la
población activa –unos 40 millones --, la cifra absoluta supera los tres
millones. Un 15,5% de la población ingresa menos del 60% del salario
medio, lo que la convierte en pobre. Casi el 60% de los parados son
pobres, y lo mismo sucede con el 40% de padres y madres solteros. Más de tres millones de trabajadores son pobres,
a pesar de tener empleo, lo que supone el 7,8% de la población activa. Y
eso está empezando a afectar cada vez a más trabajadores con contrato
fijo.”
Debemos tener claro que ni siquiera es un proceso exclusivo de
Europa. En mayo de 2015, el secretario general de la OCDE, Angel Gurría
--nada sospechoso de izquierdista--, se alarmaba por esta progresión sin
precedentes en un preámbulo al último informe: “Hemos alcanzado un
punto crítico. Las desigualdades en los países de la OCDE no han sido
jamás tan elevadas desde que las medimos” (1). “Las desigualdades de
rentas han alcanzado niveles récord en la mayor parte de los países de
la OCDE y se mantienen a niveles más elevados aún en numerosas economías
emergentes”.
Los ricos se han hecho más ricos en todos los países. No todos en
Alemania han ganado ni todos en el Estado español hemos perdido. El
presidente y consejero delegado de Inditex, Pablo Isla, percibió una
retribución total de 10,37 millones de euros en el ejercicio 2016,
equivalentes a 28.410 euros al día. Y sólo es la guinda del pastel, pues
es la tónica de todos los altos directivos del IBEX 35 y de las grandes
fortunas, que también han crecido.
Es cierto que, a veces, en la búsqueda de un buen titular, perdemos
el rigor. Pero más allá de 'Alemania nos impone políticas de
austeridad', o del 'Merkel nos obliga a recortar', la realidad es que
las políticas económicas de la UE han estado y están al servicio de las
clases dominantes de toda Europa, también de las del Estado español,
aliadas entre ellas. Eso sí, con un predominio de las alemanas y
francesas, como consecuencia lógica de la situación más dominante de
cada una de ellas en el mercado mundial.
Si tenemos claro que las políticas de austeridad han supuesto en
todos los países de la UE una gigantesca transferencia de las rentas del
trabajo a las rentas del capital, deberíamos centrarnos en la
repercusión desigual de la crisis en las distintas clases sociales,
porque si no podríamos errar el análisis. Identificar al adversario es
la primera condición en cualquier batalla, y nuestro adversario no son
los pueblos de Europa, sino la estructura y la concepción de la Unión
Europea, al servicio del capital financiero, de los poderosos.
La principal división es de clase
Esta UE ha tenido y tiene a unos gobiernos actuando
como marionetas de esas élites. Algo que también se da en el Estado
español. Zapatero y Rajoy, aplicando las políticas de austeridad, no
sólo se arrodillaron, sino que han sido cómplices y copartícipes, igual
que lo fue Felipe González con la desindustrialización. Todos ellos
forman parte de esa alianza entre la socialdemocracia europea y los
conservadores, que son los que han diseñado esta Europa. Han sido sus
impulsores y quienes han avalado los tratados de Maastricht y Lisboa, el
Pacto de Estabilidad, las políticas de austeridad y, ahora, también los
tratados de libre comercio, que son la propuesta para el futuro, ya
casi presente. Esa alianza se ha mostrado a las claras con el respaldo
al CETA (el tratado entre la UE y Canadá).
No se trata tanto de un ataque a la soberanía nacional de los Estados
miembros, como de un ataque organizado por la clase dominante de todos
los Estados de la UE a los trabajadores y trabajadoras de todos los
países de Europa. Y, por tanto, nuestros problemas no se solucionarían
con una vuelta al Estado nación, sino acabando con un sistema que nos
explota tanto en el conjunto de Europa, como en cada uno de nuestros
países. En otras palabras, creo que la salida a la actual situación no
es recuperar soberanía nacional, sino conquistar soberanía popular. En
el Estado español, con UE o sin UE, con peseta o con euro, nuestra
clase, el pueblo, nunca ha tenido soberanía, si por eso entendemos la
capacidad de tomar decisiones. Es decir, de gobernarnos.
El campo de batalla es Europa
Ahora toca hablar de conquistar el derecho a que el
pueblo y los pueblos de Europa decidamos nuestros destinos. La UE sólo
responde a los intereses de las élites y por eso es imposible construir
nuestra Europa manteniendo su actual estructura.
Pero entiendo que la alternativa de la izquierda, como
internacionalistas que tenemos claro que a la clase trabajadora lo que
le da fuerzas es la unidad por encima de las fronteras, no puede
levantar fronteras.
El camino de vuelta al Estado nación nos llevaría al riesgo de
enfrentamientos entre territorios y de forjar alianzas con aquellos que,
siendo nuestros “compatriotas”, son, sin embargo, nuestros verdaderos
enemigos, porque tenemos más intereses en común con la clase trabajadora
de cualquier país de Europa que con nuestra oligarquía respectiva.
No podemos permitirnos, desde la izquierda, ir por detrás de los
acontecimientos. Nuestros adversarios están perfectamente organizados a
escala europea y nuestra misión no puede ser abandonar el campo de
batalla en que se ha convertido la UE, sino organizarnos para oponer a
su proyecto el nuestro. Frente a la Europa fortaleza de los mercaderes y
las élites, debemos representar la Europa democrática y solidaria de
los pueblos.
Para poder construir la alternativa política y económica necesitamos
un programa común, que ponga la riqueza creada por el trabajo social en
manos del pueblo, ya que existen recursos suficientes para poder
garantizar unas condiciones de vida digna. Conquistemos nuestra
soberanía.
1 Desigualdades y crisis social en Europa (02/06/2015). Roland Pfefferkorn. Viento Sur.
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Marina Albiol es Eurodiputada y portavoz de Izquierda Plural en el Parlamento Europeo.
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