“Fue precisamente Marx el primero que
descubrió la gran ley que rige la marcha de la historia, la ley según la
cual todas las luchas históricas, ya se desarrollen en el terreno
político, en el religioso, en el filosófico o en otro terreno ideológico
cualquiera, no son, en realidad, más que la expresión más o menos clara
de luchas entre clases sociales…”
F. Engels
Alberto Arregui (Coordinadora Federal de Izquierda Unida)
Que la guerra es la consecuencia inevitable de la política de quienes
dominan el mundo es algo que debiéramos tener asumido hace mucho
tiempo. Quién olvide que las bayonetas siempre han sido empuñadas en
interés de una u otra clase social habrá abjurado del marxismo.
En algunas ocasiones, como en la guerra en Siria, la acumulación de
actores y la violencia de los acontecimientos dificulta la percepción
nítida de la contraposición de intereses de clase, pero no más que la
niebla oculta los vericuetos de la carretera de montaña, pero no por
ello renunciamos a escudriñar el camino, pues sabemos que la
consecuencia de no hacerlo sería precipitarnos al vacío en la primera
curva.
Sin duda, ante Siria, la izquierda ha descarrilado, empeñada en
subirse al tren equivocado, en el vagón de cola de alguna de las
facciones en combate que representan a una u otra burguesía.
Pues, claro que sí, la lucha entre las clases dominantes y las
dominadas, lleva en muchas ocasiones históricas al enfrentamiento entre
los poderosos. Las guerras por el reparto de las colonias y los imperios
llenan la historia de la humanidad.
Hoy vivimos la crisis más grave del sistema económico capitalista
desde el primer cuarto del siglo XX. El saqueo de las zonas con valor
geoestratégico es el primer punto de la agenda de los poderes
imperialistas, no sólo de los Estados Unidos de América, sino también de
Rusia, China y la Unión Europea.
En Siria la lucha de clases se expresó en 2011, con un levantamiento
de clase frente a la dictadura capitalista de Bashar al Asad. Los campos
de batalla estaban delimitados, una población con un 50% de jóvenes
menores de 25 años, que padecían casi un 40% de paro,se enfrentaba a la
burguesía y burocracia estatal de uno de los 30 países más corruptos del
mundo. Pero la juventud de la clase obrera siria no fue capaz de tomar
el poder, al carecer de una organización con un programa, una estrategia
y una táctica adecuada. Y, poco a poco, fue pasto de la degeneración de
la lucha con la infiltración del yihadismo apoyado por las
reaccionarias monarquías del Golfo. A un lado el imperialismo occidental
y los regímenes teocráticos del Golfo, al otro lado, el imperialismo
ruso, la dictadura siria, el “partido de Dios” libanés y los muyahidines
de los ayatolas de Irán.
Ambos bandos despedazando el cuerpo del pueblo sirio, provocando los
crímenes de guerra contra la población civil, el mayor éxodo desde la
Segunda Guerra Mundial, miles de muertos en el mar Mediterráneo, con la
criminal política de los gobernantes de la Unión Europea…
No se puede separar la guerra de las transformaciones sociales; los
kurdos son el ejemplo vivo de que lo único que puede frenar la locura
del yihadismo es un pueblo que lucha por su propio destino, que tiene en
sus manos su futuro. La lucha delas Unidades de Protección
Popularkurdas (YPG)[1]
es el contraste nítido con la dictadura siria que generó el caldo de
cultivo para el surgimiento de estos monstruos, pues esa locura también
tiene un método, y prende en una sociedad atrapada en la desesperación
generada por la pobreza y la desigualdad social. Mientras los kurdos han
sido capaces de plantar cara a la barbarie, el ejército sirio necesitó
la intervención de Rusia, Irán y Hezbollá, para no disolverse.
Si la juventud siria que se alzó contra la dictadura hubiese tenido
en sus manos su destino, al igual que el pueblo kurdo, el Daesh y Fatah
al Sham hubiesen sido aplastados. Las bombas rusas y las muertes de
miles de civiles no son ningún camino hacia la paz, o hacia una
transformación progresista de la sociedad. La lucha contra el Daesh, por
ganar la guerra, es también la lucha por acabar con el régimen
dictatorial.
La victoria contra el cáncer yihadista sólo se podrá conseguir si el
pueblo sirio y los demás pueblos de la región toman las riendas de la
transformación social, entonces en lugar de huir, defenderían cada palmo
de terreno porque estarían defendiendo su tierra, su libertad y no los
privilegios de una minoría de parásitos corruptos. El mantenimiento del
régimen sirio seguirá reproduciendo, no sólo las relaciones de
explotación, sino también las condiciones para que ese monstruo abyecto
que es el yihadismo siga reproduciéndose.
¡Sólo el pueblo, salva al pueblo!
[1]
Milicia formada por hombres y mujeres de comunidades del Kurdistán
sirio. Las YPG se consideran a sí mismas una milicia popular
democrática, y llevan a cabo elecciones internas para elegir a sus
oficiales.
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