Revuelta feminista
Con derechos, sin barreras. Feministas sin fronteras
Venimos de lejos, la Comisión 8M es el espacio unitario de
organización y encuentro del movimiento feminista autónomo de Madrid que
año tras año, desde hace más de cuatro décadas, ha preparado las
movilizaciones del 8 de marzo. En estos últimos años nuestras propuestas
fueron: en el
2017 el Paro Internacional de Mujeres y en el
2018 y 2019 planteamos la Huelga Feminista
con el objetivo de mostrar que sin nosotras el mundo no se mueve. A
través de las huelgas hemos conseguido que nadie pueda mirar a otro lado
frente a las propuestas del movimiento feminista, sin embargo, sabemos
que debemos seguir avanzando e impulsar las acciones necesarias que
tengan la capacidad de acabar con las desigualdades, el racismo, la
violencia machista y nos posibilite tener una vida digna a todas las
personas, todos los días. Porque formamos parte de un proceso colectivo
de apoyo mutuo y de transformación radical de la sociedad, de la
cultura, de la economía, de las relaciones,
nuestra propuesta este año 2020, es la Revuelta Feminista.
Desde el 8 de febrero al 8 de marzo hemos querido hacer saber al mundo que
necesitamos una vida con derechos todos los días del año;
queremos cambiarlo todo, queremos estar todas, entendiendo las
diferentes realidades que nos atraviesan a cada una. El propio deseo de
vidas dignas y con derechos para todas nos enfrenta a quienes solo
buscan el beneficio económico de una minoría y hacen su política desde
la mentira y el desprecio a las mujeres, desde el miedo, la
victimización y el resentimiento; y en el proceso de reconocer y
defender nuestros derechos desarrollamos lazos de apoyo y solidaridad
entre todas. Nosotras entendemos que el 8 de marzo es importante, pero
más importante es aún el proceso que llevamos a cabo cada año para tejer
redes feministas de todas las realidades y de diferentes lugares del
planeta. Somos un grito global de diversos pensamientos, estamos unidas
contra el patriarcado y dispuestas a dar la batalla para construir unas
vidas mejores.
Por todo ello, exigimos
que se consideren las violencias machistas como una cuestión que atañe al Estado y a toda la sociedad.
Son 18 las mujeres asesinadas este 2020, 99 las que fueron asesinadas
en 2019 y 1046 desde que existen registros, con 32 denuncias al día en
España por agresiones y abusos sexuales, por eso, es necesario que se
tenga en cuenta las distintas causas y dimensiones de las violencias
machistas, poniendo fin a todas aquellas que sufrimos cotidianamente y
que se invisibilizan o normalizan en todos los ámbitos y espacios
vitales, sea cual sea nuestra edad y condición (hogar, trabajo, espacios
públicos, pareja, familia, entorno laboral, sociedad e instituciones
del Estado). También señalamos y
denunciamos la violencia sexual
que nos afecta de modo aún más marcado a mujeres en situación de
vulnerabilidad, como somos las mujeres migradas, las trabajadoras
domésticas, las mujeres con diversidad funcional, las tuteladas y las
mujeres con problemas de salud mental que sufren violencia quedando sus
derechos desprotegidos. Queremos movernos en libertad por todos los
espacios, públicos y privados, y a todas horas y denunciamos la justicia
patriarcal que no nos considera personas de pleno derecho y que nos
quiere dóciles, sumisas y calladas.
Luchamos para que las mujeres seamos dueñas de nuestros cuerpos,
nuestros deseos y nuestras decisiones, para que las personas disidentes
sexuales, especialmente las mujeres trans, dejemos de sufrir agresiones y
múltiples violencias, y
por una sociedad que respete y valore
la diversidad funcional, la diversidad sexual, y la diversidad de
identidad y/o expresión de género. Nuestros cuerpos no son
mercadería ni objetos para ser cosificados y utilizados como reclamo, y
nuestros procesos de vida no son enfermedades. También reclamamos la
erradicación de cualquier tipo de violencia obstétrico-ginecológica que se ejerza sobre las mujeres. Exigimos
que el aborto esté fuera del Código Penal
y se reconozca como un derecho de las mujeres para decidir sobre
nuestro cuerpo y nuestra maternidad, y que se respete la autonomía de
las mujeres de 16 y 17 años para decidir. Exigimos, también, que se
garantice su realización en los servicios públicos de salud. Finalmente,
queremos denunciar el castigo que recae sobre nosotras por nuestra
diversidad, por nuestra edad, por ser migradas y por estar racializadas,
por tener diversidad funcional o una imagen alejada de la normatividad.
Pero todo lo anterior no va a ser posible si no rompemos la
división sexual del trabajo que nos condena a la precariedad, la
discriminación laboral y los trabajos peor pagados, no remunerados,
invisibles e ilegales.
Reivindicamos que nuestra situación laboral nos permita desarrollar un proyecto vital con dignidad y autonomía;
y que el empleo se adapte a las necesidades de la vida para que el
embarazo o los cuidados no puedan ser objeto de despido ni de
marginación laboral, ni deben menoscabar nuestras expectativas
personales ni profesionales.
Luchamos por un mercado laboral que se base en la igualdad real,
porque los trabajos a los que logramos acceder están marcados por la
temporalidad, la precariedad, incertidumbre, los bajos salarios, las
jornadas parciales no deseadas, la brecha salarial y un techo de
cristal.
Exigimos alternativas para las trabajadoras migrantes en situación administrativa irregular. Exigimos también las pensiones que nos hemos ganado,
no más pensiones de miseria que nos obligan a sufrir pobreza en la vejez.
Pedimos la cotitularidad de las pensiones y que el tiempo dedicado a
tareas de cuidado o que hemos desarrollado en el campo, sea reconocido
en el cálculo de las pensiones al igual que el trabajo en el mercado
laboral y luchamos por la ratificación del Convenio 189 de la OIT que
regula el trabajo doméstico. Queremos que se visibilice y reconozca el
valor y dignidad del trabajo doméstico y de cuidados que realizamos las
mujeres, y los derechos de quienes los realizamos, para que se asuma la
corresponsabilidad por parte de todos los hombres, de la sociedad y del
Estado. El trabajo de cuidados debe ser reconocido como un bien social
de primer orden.
Como feministas, nos oponemos con firmeza al neoliberalismo salvaje
que se impone como pensamiento único a nivel mundial y que destroza
nuestro planeta y nuestras vidas.
Las mujeres tenemos un papel
primordial en la lucha contra el cambio climático y en la preservación
de la biodiversidad, por eso, apostamos decididamente por la soberanía
alimentaria de los pueblos, exigimos que la defensa de la vida
se sitúe en el centro de la economía y de la política, y apoyamos las
luchas que protagonizan mujeres que defienden sus tierras, su sabiduría y
los recursos de sus pueblos, incluso arriesgando sus vidas, amenazadas
por el extractivismo, las empresas transnacionales, y los tratados de
libre comercio; contra las viejas y nuevas formas de explotación. Somos
antimilitaristas y estamos en contra de las guerras, que son producto y
extensión del patriarcado y del capitalismo para el control de los
territorios y de las personas, y porque la consecuencia directa de las
guerras son millones de mujeres refugiadas por todo el mundo, mujeres
que estamos siendo victimizadas, olvidadas y violentadas. Estamos en
contra de los estados autoritarios y represores que imponen leyes
mordaza y criminalizan la protesta y la resistencia feminista, y nos
posicionamos frente al discurso de la extrema derecha que nos ha situado
a mujeres, migrantes, racializadas y LGTBI como objetivo prioritario de
su ofensiva ultraliberal, racista y patriarcal.
Somos antirracistas porque formamos parte de una sociedad
diversa, multicultural, con una trayectoria de convivencia de diferentes
personas y culturas desde hace siglos. Por eso también
estamos contra la Ley de Extranjería y los muros que se levantan en nuestro país
y vamos a romper con las fronteras, el racismo y la xenofobia que
atraviesa y recorre toda la sociedad, para que ninguna mujer tenga que
migrar forzada por las políticas coloniales, neoliberales y racistas del
Norte Global, que producen situaciones económicas, bélicas, sociales y
ambientales insostenibles. Exigimos la acogida de todas las personas
migradas y refugiadas, sea por el motivo que sea, porque somos mujeres
libres en territorios libres. Exigimos que se garanticen nuestros
derechos como mujeres, y creemos en un mundo donde nadie muera en el
mar, sin muros, ni alambres, ni vallas, ni concertinas, ni CIEs, ni
redadas racistas, porque ningún ser humano es ilegal.
Para lograr ese otro mundo posible necesitamos sociedades laicas, donde la educación tiene que ser la clave. Exigimos
que la perspectiva feminista sea transversal a todas las disciplinas
y a todos los niveles; una educación libre de valores
heteropatriarcales, así como que la educación afectivo-sexual esté
contemplada en el currículo escolar y sea integral, libre de
estereotipos sexistas, capacitistas, racistas y LGTBIfóbicos. Una
formación afectivo-sexual que nos permita desarrollarnos en la
diversidad, sin miedos, sin complejos, sin reducirnos a meros objetos,
evitando así agresiones machistas o LGTBIfóbicas en las aulas.
Somos un movimiento internacional y diverso y nos precede una larga genealogía de luchas feministas,
por eso recordamos también a las sufragistas, a las sindicalistas, a
todas las que hicieron
posible la Segunda República, a las que lucharon
en la Guerra Civil y por la Revolución Social y contra la dictadura
franquista sufriendo una represión dirigida y específica por el hecho de
ser mujeres; y todo ello sin olvidar que la memoria feminista tiene el
poder y la responsabilidad de conectarnos con las genealogías de las
luchas de quienes nos preceden, visibilizando lo que históricamente ha
sido invisibilizado desde una mirada patriarcal.
Y proponemos otra forma de ver, de entender, de estar en el mundo y
de relacionarnos. En definitiva, proponemos un nuevo sentido común.
Sabemos que hay que seguir avanzando. Nos sabemos fuertes y continuamos luchando.
¡SOMOS REVUELTA FEMINISTA Y CONSEGUIREMOS EL MUNDO QUE QUEREMOS