Jordi Escuer de la Cruz y Jorge Martínez Crespo1

El encarecimiento de la energía no es un fenómeno únicamente español; está afectando a todo el planeta con graves consecuencias para la mayoría de la población, que cada vez tiene más dificultades para tener acceso a este bien básico. En China, por ejemplo, está habiendo racionamiento de la energía, y el gobierno ha decidido incrementar las importaciones de carbón de Australia relajando las medidas que reducían su uso en beneficio de las renovables2. En Europa está alcanzando precios récord y se teme el riesgo de desabastecimiento de gas este invierno. ¿Cuáles son las razones de fondo?

El precio de la energía, como el funcionamiento de la economía, parece un misterio sólo apto para iniciados. Desde el ámbito de la izquierda necesitamos hacer un esfuerzo para explicar porqué está disparándose el precio de la energía y cuáles son las alternativas. Para la inmensa mayoría de las familias es una cuestión vital. En el estado español un 41% de la población, algo más de 19 millones de personas, tiene dificultades para hacer frente al pago de la factura energética doméstica3. Y eso era en 2018, antes de la situación de subida de precios actual y el impacto económico de la pandemia sobre las familias.

Y sus consecuencias van más allá de la propia subida de la luz, el gas o la gasolina, ya de por sí bastante graves. La energía determina el coste de casi todos los productos o servicios. Es un componente básico de prácticamente toda la actividad económica. Por ejemplo, la subida del gas ha provocado la paralización de factorías de fertilizantes en varios países, y los expertos se preguntan cuáles van a ser las consecuencias en la producción de alimentos4 y su inmediata incidencia sobre la alimentación de la población.

¿Por qué está subiendo el precio de la energía en todo el planeta?

No hay un solo factor. La especulación en los mercados es uno muy importante. La desregulación de los mercados de materias primas y de energía a finales de los años 90 del siglo pasado, abrieron las puertas a una especulación rampante de los grandes fondos de inversión con todo aquello que es vital para la sociedad, incluida la energía5.

«La escasez de combustibles fósiles es algo que las grandes compañías energéticas saben desde hace décadas, que los científicos y el movimiento ecologista han denunciado durante el mismo tiempo y que, ahora, revela sus consecuencias sociales.»

En el caso de la energía eléctrica, el sistema llamado marginalista, que se emplea en la Unión Europea, paga toda la energía contratada en el mercado al precio del último Megavatio hora (MWh) aceptado. Esto permite a las compañías energéticas vender energía de origen hidroeléctrico a precios de gas, cuando su coste de producción es muy inferior. Este perverso mecanismo de precios es una pieza más de un sistema que trata de convencernos de que es posible la competencia en un mercado oligopólico, en el que tres compañías producen, distribuyen y comercializan la gran mayoría de la electricidad6, como es el caso español. Eso lo estamos conociendo más ahora, porque lo estamos sufriendo especialmente. Habría que añadir que estas compañías llevan décadas recibiendo decenas de miles de millones del erario público en multitud de conceptos. Pero la razón última de que este negocio sea tan rentable es que se trata de una necesidad vital para cualquier familia y, aunque se encarezca, somos consumidores “cautivos”, la energía se trata de pagar por todos los medios, como la vivienda (es lo que los economistas llaman, una “demanda inelástica”, ya que no tiene bien sustituto en el corto plazo). Eso se suma a que la producción energética a gran escala requiere de enormes inversiones, a las que sólo pueden hacer frente grandes empresas o los Estados. No es de extrañar que sea tan rentable y que peleen con uñas y dientes contra cualquier “injerencia pública” en este negocio.

En última instancia, sin embargo, el factor decisivo para entender qué está pasando con la energía reside en que cada vez hay menos combustibles fósiles disponibles, a lo que se suma su inevitable y urgente sustitución por energías renovables, ante la grave amenaza del cambio climático. La escasez de combustibles fósiles es algo que las grandes compañías energéticas saben desde hace décadas, que los científicos y el movimiento ecologista han denunciado durante el mismo tiempo y que, ahora, revela sus consecuencias sociales.

¿Qué está sucediendo con los combustibles fósiles?

  1. La producción de petróleo convencional, el que es más accesible y eficiente, alcanzó su cénit en 2005-2006, con 70 millones de barriles diarios. Desde entonces, ha ido cayendo paulatinamente. En 2018, la producción fue de 67 millones de barriles7. Son datos de la Agencia Internacional de la Energía ( AIE).
  2. Los petróleos no convencionales, no son una alternativa viable (bitumen, fracking, biocombustibles…). Las empresas norteamericanas de fracking, aunque han repartido dividendos, no son rentables (gastan más de lo que ingresan) y están extraordinariamente endeudadas8. Su Tasa de Retorno Energético (TRE) es muy pequeña: se gasta casi tanta energía en extraerlo como la que se obtiene del proceso. Y son extraordinariamente contaminantes. Algo similar sucede con los petróleos extrapesados, como el bitumen. En el caso de los biocombustibles, además de una bajísima TRE, detraen tierras para la producción de alimentos e inciden sobre el precio de algunos alimentos básicos (el maíz, por ejemplo), y deterioran gravemente la biodiversidad.
  3. El gas natural también empieza a aproximarse a su pico. En Europa, los dos principales países suministradores de gas, Rusia y Argelia, han llegado a su pico de producción y la tendencia de la misma empieza a ser descendente. Rusia, posiblemente, lo ha alcanzado en 2020, año desde el que ha empezado a declinar su producción. La puesta en marcha del nuevo gaseoducto Nord Stream 2, por el fondo del mar Báltico, no cambia esa realidad. A corto plazo, hay que contar con que Rusia tiene poco gas almacenado para hacer frente al invierno, igual que Europa, —en un contexto que la demanda asiática ha crecido un 19% los ocho primeros meses del año— lo que implica que, aunque llegara el gas suficiente a Europa este invierno, los precios seguirán subiendo muy probablemente9. Argelia también muestra un descenso de la producción de gas en 202010.
  4. Europa ha tratado de paliar la disminución de la llegada de gas de los países productores cercanos, con gas licuado. Pero el gas licuado sigue un proceso mucho más costoso económica y energéticamente, pues hay que licuarlo enfriándolo y llevarlo almacenado en tanques especiales, para posteriormente realizar el proceso inverso. Todo eso da más motivos para que el precio del gas siga subiendo11.
  5. El carbón tampoco es una solución. Aunque esperaban que el pico de producción se alcanzase entre 2040 y 2050, la realidad es que es muy posible que éste ya se haya alcanzado. A partir de ahora, extraerlo será más costoso. Además, no puede reemplazar al petróleo, aunque es imprescindible para la producción de materiales esenciales como el acero12.

Estas son las razones por las que, en última instancia, sube el precio de la gasolina, del gas y de la electricidad: hay menos energías fósiles disponibles y son más costosas de obtener. Hay que aceptar que la energía disponible se irá reduciendo. Además, si queremos evitar que el cambio climático sea aún más desastroso social y ecológicamente, debemos reducir drásticamente el consumo energético de dichos combustibles. Y eso no es fácil, pues entre el 70 y el 80% de toda la energía que hoy utilizamos, son de origen fósil.

«Las ilusiones que existen en las organizaciones sindicales del sector del automóvil en el futuro del coche eléctrico son un espejismo.»

De hecho, las energías renovables no pueden sustituir a las energías fósiles de un modo tal que permita mantener un nivel de gasto energético equivalente. Son renovables, pero también tienen limites físicos en cuanto a su disponibilidad, además del carácter intermitente en su generación. No se podrán instalar aerogeneradores de forma indefinida, pues el viento necesario para producción solo está disponible en determinados emplazamientos13 y los recursos minerales para construirlos, incluida la energía, tampoco son infinitos14. Lo mismo sucede con las placas solares.

El sistema tiende a reproducir los modelos existentes, pero eso ya no será posible. No es viable replicar un parque automovilístico similar al que tenemos con vehículos eléctricos. Las baterías utilizan minerales como el litio (Li) y el cobalto (Co), cuyas existencias son limitadas. No hay metales suficientes, al menos con las tecnologías actuales, para permitir un parque automovilístico de dimensiones similares al actual, además de la ingente cantidad de energía eléctrica que requeriría para su funcionamiento. Según la propia AIE, de aquí a 2040, para poder llevar a cabo los planes previstos para la llamada transición energética se necesita que la extracción anual de litio se multiplique por 42, la de grafito por 25, la de cobalto por 21, la de níquel por 19 y la de tierras raras por 7. Hoy por hoy, las reservas conocidas de estos materiales son mucho menores15 de las que harían falta para alcanzar ese nivel de producción16. Además, su producción es extraordinariamente contaminante y consume muchos recursos (agua, por ejemplo).

Las ilusiones que existen en las organizaciones sindicales del sector del automóvil en el futuro del coche eléctrico son un espejismo. Igual que las del Gobierno que está cediendo a los planes de las grandes compañías energéticas y automovilísticas, y compromete una enorme cantidad de recursos públicos (muchos más que en Sanidad o Vivienda) a unos proyectos que son un callejón sin salida y un despilfarro de recursos que necesitaríamos para otro modelo de desarrollo. Hoy, dar una alternativa al sector del automóvil exige un replanteamiento sostenible del modelo de transporte, apostando por alternativas colectivas como el ferrocarril, además de un análisis más amplio que aborde tanto la reducción de jornada, sin disminución salarial, para repartir el empleo, como la creación efectiva de puestos de trabajo alternativos en otros ámbitos. Es la única forma que tendrían los trabajadores y trabajadoras del sector para disponer de una plataforma reivindicativa potente que permitiese defender sus derechos ante los planes de despido de la patronal, y ganar apoyo social. Ignorar esa realidad es enfrentar la lucha sindical que se avecina con las manos atadas a la espalda.

Entonces ¿no hay solución?

No hay una solución fácil, el problema es muy grave, pero sí hay un camino posible que recorrer para salir de esta situación. Lo primero es reconocer la realidad. Lo segundo aceptar que vamos a disponer de menos energía y que, sin embargo, eso no implica que tengamos que vivir peor, sino de otra forma.

Hace un año, en el Reino Unido, un estudio de la Universidad de Leeds planteaba que en 2050, con una población mundial de 10.000 millones de seres humanos, se podría vivir con un 40% de la energía que empleamos hoy. Y bien, con “servicios altamente eficientes para cocinar, mantener los alimentos o lavar la ropa; 50 litros de agua por persona al día con 15 litros de agua caliente para el baño, una temperatura en los hogares de 20° todo el año, acceso a ordenadores conectados a las tecnologías de la información, y una red de transporte que proveería entre 5.000 km y 15.000 km al año por persona, además de un servicio de sanidad universal y una educación gratuita para todos entre 5 y 19 años»17.

Los autores plantean que, para lograrlo, es necesario un uso mucho más eficiente de la energía, una reducción drástica del consumo global y acabar con las desigualdades. Esto último es una condición social decisiva. No es posible resolver el problema social y ecológico que sufrimos sin poner fin a las desigualdades sociales que vivimos. Algo que hemos aprendido con la pandemia, que salud y desigualdad social están íntimamente relacionados, está plenamente vigente en otros ámbitos de la vida.

La energía tiene que ser un servicio público

Se podría pensar que, dado que la subida de los precios de la energía es producto de la inexorable declinación de los combustibles fósiles, no es posible culpar a las compañías energéticas de los altos precios. Pero ahí está el quid de la cuestión, precisamente porque los recursos energéticos son cada vez más escasos, es imprescindible una planificación energética que no podemos dejar en manos de las grandes compañías privadas. Éstas actúan con el mismo criterio que cualquier otra empresa capitalista: obtener la mayor rentabilidad posible. Por eso están exprimiendo el negocio petrolero hasta la última gota disponible, aunque nos estén llevando a una catástrofe ecológica y social.

La conclusión es que la energía, que es un bien social de primera necesidad, no puede quedar ni en manos privadas ni del mercado. Tiene que recuperar su esencia como servicio público.

En la mayoría de los países desarrollados la producción eléctrica ya está en manos de empresas públicas18. Se trata de dar un paso más en esa dirección. La producción energética debería tratarse como un bien público, igual que el agua, el aire, la sanidad…

«La creación de empresas públicas energéticas es un paso adelante que, como demuestran múltiples ejemplos, está dando buenos resultados. Pero no deberíamos sembrar esperanzas en que el objetivo es competir en el mercado con el oligopolio y, así, poder “perfeccionarlo”, sino que su objetivo es avanzar hacia la conversión completa del sector mediante la nacionalización de los grandes monopolios.»

Pero no basta que sea público. Esa es una condición imprescindible para romper la lógica de la competencia por el máximo beneficio. Hace falta, además, que esas empresas públicas sean administradas democráticamente (hacia adentro, con la participación de sus trabajadores y trabajadoras en las decisiones de funcionamiento, y hacia fuera, con la participación democrática de la ciudadanía). Y que sean administradas con un criterio que prime el interés social y el reconocimiento de los límites ecológicos que nos marca la naturaleza. Pedir a una compañía capitalista que trabaje para reducir sus beneficios, que es lo que se les pide ahora a las compañías energéticas, es una contradicción en un mundo capitalista. Siempre buscarán la forma de contravenir ese objetivo.

Algunos nos objetarán, con razón, que convertir en públicas las compañías energéticas, no hará brotar más petróleo de donde no hay, ni una transición energéticamente sostenible. Y es cierto, pero precisamente por eso, hemos de garantizar la mejor administración posible de un bien tan preciado.

Además, la generalización de las energías renovables no puede hacerse sin una combinación con los grandes medios de producción energéticos. Es un proceso de reemplazo que tiene que ir coordinado.

Las energías renovables no son eficientes a gran escala, por eso es decisivo su uso de forma descentralizada y distribuida por el territorio, lo más cercana posible a los puntos de consumo. La autoproducción y las comunidades energéticas son un ejemplo de modelo a seguir, que permite ahorrar en el consumo de importantes cantidades de energía, y por tanto, reducir la producción y distribución de energía eléctrica. Además, hay que investigar en el desarrollo de otras formas de uso, más eficientes, que la solar y eólica, como proponen los expertos. Eso es un problema para las grandes compañías, que esperan conservar el monopolio a base de vendernos la gestión centralizada de su uso, con las nuevas tecnologías digitales.

Por el contrario, las energías renovables, por sus características, son una ocasión única de democratizar la producción y gestión energética, ponerlas en manos de sus usuarios. Pedirle a un oligopolio privado capitalista que haga eso pensando en el interés social, es una quimera y está condenado al fracaso.

La creación de empresas públicas energéticas es un paso adelante que, como demuestran múltiples ejemplos, está dando buenos resultados19. Pero no deberíamos sembrar esperanzas en que el objetivo es competir en el mercado con el oligopolio y, así, poder “perfeccionarlo”, sino que su objetivo es avanzar hacia la conversión completa del sector mediante la nacionalización de los grandes monopolios.

«…hoy no se puede dar una alternativa al problema del precio de la energía sin considerar su esencia como bien público, el problema de la escasez de recursos energéticos, la transición energética hacia un sistema basado en energías renovables, el decrecimiento del consumo, y la propiedad social de las grandes empresas productoras.»

Por eso, la izquierda necesita debatir a fondo estas cuestiones, organizando encuentros entre los expertos y las organizaciones sociales y sindicales, para discutir cómo debe hacerse la transición energética para que sea justa socialmente y sostenible ecológicamente. Es una discusión de plena actualidad en cualquier empresa y en cualquier barrio. Así, por ejemplo, parte del vecindario de Villaverde, un distrito de Madrid, ha podido llevar a cabo una rehabilitación energética de sus casas que les ha permitido comprobar cómo es posible ahorrar hasta un 60% en calefacción y vivir en mejores condiciones20. Ese modelo es exportable: la inmensa mayoría de las viviendas en los distritos y ciudades obreras periféricas a las grandes urbes fueron construidas entre los años 60 y 70, y necesitan reformas (energéticas, ascensor…). Además, en los próximos años, se repartirán más de 6.000 millones de euros de fondos europeos en ayudas a la rehabilitación21 ¿por qué no crear empresas públicas que, en colaboración con empresas sociales, realicen esas reformas? Eso permitiría crear empleo estable y de calidad en los propios barrios. Pero si no se pelea y se plantean alternativas, lo normal es que ese suculento negocio acabe en manos de las grandes compañías energéticas y constructoras, que lo subcontratarán en condiciones penosas para sus trabajadores. Como se ve, estamos ante una discusión de mucho calado práctico para la vida de la clase trabajadora.

En conclusión, hoy no se puede dar una alternativa al problema del precio de la energía sin considerar su esencia como bien público, el problema de la escasez de recursos energéticos, la transición energética hacia un sistema basado en energías renovables, el decrecimiento del consumo, y la propiedad social de las grandes empresas productoras. Hay que exigir que se garantice a toda la población el acceso a la energía suficiente para vivir con dignidad, para lo cual es urgente movilizarse para defendernos del oligopolio energético. El Gobierno ha dado un primer paso para frenar el precio de la electricidad, pero ya estamos viendo que es insuficiente —los precios siguen subiendo— y las grandes compañías se han rebelado contra las medidas en un auténtico pulso al Ejecutivo, que empieza a mostrar su debilidad. Las medidas se muestran claramente insuficientes. Por eso, hay que intensificar la movilización contra el oligopolio, nacionalizar las empresas energéticas, planificar el sistema energético futuro y convertir la producción y distribución de energía en un auténtico servicio público.

Notas

1 Jordi Escuer y Jorge Martínez son miembros de la Coordinadora de IU Madrid. Jorge es Profesor Titular del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Carlos III de Madrid.

2 https://www.eleconomista.es/economia/noticias/11419665/10/21/La-crisis-energetica-en-China-es-muy-grave-Pekin-se-rinde-y-empieza-importar-carbon-australiano.html

3 https://elpais.com/elpais/2019/02/20/3500_millones/1550664003_825237.html

4 Los precios mundiales de los alimentos ya están en máximos de una década. Ahora se teme que la situación empeore a medida que China lucha por gestionar sus cultivos de maíz, soja, cacahuete o algodón.

En las últimas semanas, varias plantas se han visto obligadas a cerrar o reducir la producción ante la presión de unos gobiernos regionales que intentan cumplir con los objetivos de emisiones marcados por Pekín. Este ha sido el caso de las procesadoras de soja que trituran los granos para producir harina para la alimentación animal y aceite para cocinar. Los precios de los fertilizantes, uno de los elementos más importantes de la agricultura, se están disparando, golpeando a los agricultores que ya se tambalean bajo la presión de los crecientes costes. https://www.eleconomista.es/economia/noticias/11424190/10/21/La-crisis-energetica-de-China-ya-afecta-al-mundo-desde-la-comida-a-los-iPhone-sufren-las-consecuencias.html

5 https://www.elsaltodiario.com/electricas/juan-laborda-lo-que-no-se-dice-sobre-subida-precio-luz

6 https://www.elsaltodiario.com/economia-justa/por-que-no-baja-el-precio-de-la-electricidad

7 Turiel, Antonio. Petrocalipsis: Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar (Spanish Edition) (p. 22). Editorial Alfabeto. Edición de Kindle.

8 https://crashoil.blogspot.com/2014/09/la-ilogica-financiera.html

9 https://www.bloomberg.com/news/articles/2021-09-03/russia-has-a-gas-problem-nearly-the-size-of-exports-to-europe

10 https://crashoil.blogspot.com/2021/09/la-crisis-del-gas.html

11 https://crashoil.blogspot.com/2021/09/la-crisis-del-gas.html

12 En resumen, aunque el carbón seguramente vaya a seguir siendo un combustible importante durante las próximas décadas, el principio de su decadencia queda cerca (si no es que se ha superado ya) y en modo alguno va a poder sustituir al petróleo, sino tan solo proporcionar cierta ayuda momentánea. Además, a largo plazo, el retroceso del carbón va a traer consigo otros problemas asociados, tales como el encarecimiento —incluso la disminución— de la producción de electricidad y la falta de acero de nueva fundición. Turiel, Antonio. Petrocalipsis: Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar (Spanish Edition) (p. 63). Editorial Alfabeto.

13 https://www.ecologistasenaccion.org/11170/limites-de-la-energia-del-viento/

14 https://crashoil.blogspot.com/2021/08/limitaciones-geofisicas-al-potencial.html

15 https://crashoil.blogspot.com/2021/06/relatos-de-un-ingeniero-en-transicion.html

16 Para saber más sobre la relación entre la transición a las energías renovables y las necesidades de materiales, recomendamos el trabajo de Alicia Valero, profesora de la Universidad de Zaragoza: Límites minerales de la transición energética. https://www.researchgate.net/publication/334480232_Limites_minerales_de_la_transicion_energetica

17 https://www.eldiario.es/ballenablanca/365_dias/investigadores-muestran-vivir-2050-demanda-energia-60_1_6431271.html

18 “Según la OCDE, las empresas con participación pública suponían el 62% de toda la producción global de electricidad mundial en 2016. Y hasta en 11 países de la OCDE más del 50% de la electricidad se genera en empresas con distintas fórmulas de participación pública”. Eléctrica pública: ¿Una utopía?, Pere Rusiñol, Alternativas Económicas, nº 95, octubre de 2021

19 La comercializadora pública Barcelona Energía, impulsada por el Ayuntamiento de Barcelona, “ha supuesto un ahorro de costes para el Ayuntamiento de 1,36 millones desde julio de 2018” y “el recibo de la luz de los particulares (hogares y empresas) también está entre el 10 y el 15% más barato”. Su director explicaba que su “misión no es aumentar los beneficios para repartir dividendos, con lo que podemos ajustar los márgenes para dar un servicio más barato y, además, enfocado a la transición verde, con fuentes renovables y el objetivo de reducir el consumo”. Eléctrica pública: ¿Una utopía?, Pere Rusiñol, Alternativas Económicas, nº 95, octubre de 2021

20 https://www.eldiario.es/ballenablanca/365_dias/rehabilitacion-energetica-viviendas-primera-persona-cambia-vida_1_7963826.html

21 Ibídem.