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"El (reiterado) fracaso del piquete anti huelga", por Hugo Martínez Abarca



Quien Mucho Abarca: Quien Mucho Abarca

El (reiterado) fracaso del piquete anti huelga

La inmovilidad de Ana Botella en la huelga de limpieza podía haber tenido éxito. Es una táctica que se ha usado decenas de veces. Los culpables del conflicto laboral no asumen su responsabilidad pero preparan el piquete anti huelga: la criminalización de los huelguistas en el pesebre mediático y las molestias acumuladas por los días de huelga predisponen a los ciudadanos a favor de cualquier ataque al derecho a huelga. Una vez llegados a este punto y con los trabajadores agotados por días de lucha y tras haber sacrificado bastantes días de sueldo ya existe un clima favorable a la estocada política.
En las últimas huelgas no ha funcionado. Fue evidente el fracaso de la criminalización de los mineros, a quienes siguiendo el manual llamaron privilegiados, violentos, etc. Gran fracaso: los mineros iban recibiendo el apoyo popular por donde pasaban hasta culminar en Madrid con dos grandes marchas, una por la noche y otra por la mañana de un día laborable acompañados por miles y miles de personas.
Quizás fue más signicativa la huelga de la sanidad en Madrid o las huelgas educativas (especialmente la indefinida en Baleares) porque generaban molestias reales a mucha gente. Viví con cierta intensidad las huelgas sanitarias del año pasado (coincidieron con la fase final del embarazo de mi pareja) y en los centros médicos los pacientes sólo nos preocupábamos de organizar la cita que sustituiría a la cancelada. Sólo recuerdo a una señora iniciar el ataque a los médicos en huelga y el resto de gente que estábamos allí le contestamos airadamente hasta que terminó refunfuñando en silencio. No sirvió de nada la campaña mediática que llamaba al personal sanitario privilegiado y a su huelga “política”.
Ese fracaso se ha repetido en la huelga de limpieza en Madrid. Lejos de señalar a los sindicalistas y trabajadores en huelga como culpables del desborde de mierda de Madrid ha habido un clima de comprensión hacia a huelga y solidaridad con ellos. Es cierto que la responsabilidad se ha centrado en Ana Botella (blanco fácil de las iras por su extravagante inutilidad) en vez de en los lustros de ruina municipal a que han conducido también sus antecesores (¿dónde está Gallardón?) o en las empresas concesionarias, curiosamente protagonistas de los papeles de Bárcenas (son empresas que “donaron” dinero al PP, pero por supuesto eso no tiene nada que ver con que consiguieran los jugosos contratos de limpieza).
Lo que parece bastante claro es que por fin se ha desplazado el punto de mira popular de la responsabilidad en las huelgas, que ya no está en los trabajadores que defienden sus derechos sino en alguno de los lugares desde los que se les ataca. Que con su propuesta de recorte de la ley de huelga Ana Botella ha hecho (más) el ridículo. Y que los sindicatos, cuando son combativos, gozan de unas grandísimas simpatías populares: sin duda desde el poder se ataca a los sindicatos con nostalgia de los sindicatos verticales, pero en la izquierda y los movimientos hay una inmensa voluntad de felicitar a los sindicatos por su lucha. Como en el conflicto de limpieza de Madrid. ¡Enhorabuena!


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